Miedos, eso que o nos frena o nos
impulsa dentro de alguna experiencia o aventura, todos lo tenemos a algo o
reaccionamos con miedo ante muchas cosas.
Cuando se tienen un bebé o tu
primer hijo esos miedos están a flor de piel, casi cualquier cosa te da miedo y
no por que a ti te vaya a pasar algo, más bien es por que pueda pasarle a tu
hijo, o que tu falles en algo que le provoque consecuencias a tu hijo.
Considero que soy una persona
segura de mí mismo la mayor parte del tiempo, pero he de confesar que ser padre
me daba pavor, afortunadamente el creador nos concedió a nuestro hijo ahora que
tenemos un criterio mejor formado, que tomamos decisiones considerando
consecuencias, de que estamos juntos en esto y que sabremos salir adelante.
Pero no siempre fue así, al ver a
mi hijo por primera vez lo vi en una cama térmica, intubado ya que nació un
poco prematuro, no mucho pero sí estuvo medio día en esta cama con el
dispositivo en su naricita, yo al tocarlo por primera vez, sentí su piel, sus
piecitos y sus manos, ver su reacción cuando le hable, eso provocó que todas
mis neuronas hicieran sinapsis al mismo tiempo causando un sinfín de
sentimientos que es difícil de describir pero estoy seguro de haber sentido miedo.
Esta reacción la tenemos todos al
enfrentar algo nuevo, inseguridad y miedo por tocar territorios desconocidos,
así el primer hijo es la experiencia extrema más desconocida sobre todo para
nosotros los papás, ya que como he mencionado, existen toneladas de información
y apoyo para las mamás, pero para los papás son contados.
El miedo es extremo y como dije
al inicio puede catapultarnos o dejarnos anclados al piso, todos reaccionamos
diferente, mis miedos y creo que es hasta la fecha el peor que tengo es que una
decisión mía le cause algo a mi hijo, o dañarlo accidentalmente, como ya ha
sucedido, porque señores los accidentes pasan, como ir caminando y chocar con
el hombro de otra persona que circula en sentido opuesto, así.
En casa no le di
a buena temperatura su comida y lo quemé, mi corazón se hizo del tamaño de un
frijol y les juro que las lágrimas de arrepentimiento y sobre todo culpa
rodaron por mi mejillas, ver a mi hijo llorar de dolor es la experiencia más
traumática de mi vida, sobre todo porque ese dolor se lo causé yo,
involuntariamente pero fue mi error el que lo causó y no es que me sienta aún
culpable pero eso te hace ver que necesitas estar en todas, mantenerte alerta y
con ojos bien abiertos a lo que haces y el hace. En otra ocasión abroche un botón
de su babero y por el movimiento del niño lo abroché pellizcando su cuello, de
nuevo causándole un dolor que lo hizo gritar fuerte, otra vez mi alma cayó
hasta los tobillos, pero como dice mi esposa y con toda razón, “SON ACCIDENTES”
Pero no dejan de dolernos y hacernos sentir culpables.
El juego brusco es algo natural
con nuestros hijos, es una forma de vinculación, sobre todo entre hijos varones
y sus padres y en algún momento pensé que este tipo de juego le iba a causar
algún daño pero la realidad es que ha venido por otros motivos.
También eh de confesar que tengo
un miedo terrible a no poder protegerlo del entorno, ciertamente no es un miedo
consiente, es más bien algo de angustia cuando veo notas de la violencia y el
deterioro del mundo que nos rodea, rezo y hago mi esfuerzo todos los días para
darle valores útiles que le ayuden a tomar decisiones adecuadas y benéficas
para su persona y para su entorno, sé que es imposible encerrarlo en una
burbuja pero si darles esa capa protectora de valores que solo prenden en casa
y con su familia que los ayudará a defenderse de tantas cosas en el mundo
trastornado que hemos hecho.
Cuéntame cuáles son tus miedos
como papá y deja tus comentarios, nos leemos pronto.
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