Amigos las groserías, malas
palabras, ofensas, o como sea que les llamen en tu país, es el tema a tratar el
día de hoy.
Todos, absolutamente todos las
usamos en mayor o menor medida, sobre todo hoy en día en que las reglas de
conducta son sumamente relajadas y es más que común que los niños las escuchen
y aprendan en consecuencia.
En nuestro caso y particularmente
en mi papel de papá la preocupación que tenga no es tanto que las diga, si no
que sepa cuando y como. Los pongo en contexto: resulta que mi origen es
huasteco, región de México repartida entre los estados de San Luis Potosí,
Veracruz, Tamaulipas y algunas zonas cercanas de Hidalgo y Querétaro, el caso
es que como huasteco tenemos la mala fama de ser mal hablados; de verdad muchos
lo somos, y hasta es chistoso en algunas personas, pero como todo, debe haber
un límite y saber cómo, donde y cuando.
Hace algunos días mi hijo repitió
la palabra “cabrón” que es bastante común el día de hoy y que confieso puedo
ser parte de la causa de que la repitiera. Pero sabemos que en la escuela hay
un niño en particular que tiene boca de basurero y escupe groserías por todos
lados y si, se junta con mi hijo, como les digo no me importa que las sepa, lo
que quiero dejarle siempre claro es que son insultos y no se dicen a la ligera
y que tienen un significado peyorativo y ofenden a quien se las dices, incluso
la palabra “tonto” es ofensivo a los 3 años y los niños la usan para descargar
su frustración, ira y coraje a diestra y siniestra ya que aún están perfeccionando
su comunicación oral. Algo curioso es que mi esposa es Chilena y la palabra “huevón”
(wueón en chileno) es de uso común en este país y es como el “Wey” mexicano,
pues también tuvimos que hacerle saber al niño que es una palabra restringida
para moderar su uso.
Hasta eso hemos logrado mi esposa
y yo que el niño mida el uso de esas palabras, ya que no las dice a nadie, pues
la respuesta ha sido un regaño y llamada de atención, sabe que son insultos y
que no se dicen y mucho menos a personas que no le han hecho nada. La lengua española es tan rica en conceptos y
representación de ideas que por ello el uso de arbitrariedades y contracciones
e incluso siglas se ha hecho cotidiano, la gente ya no lee, lo cual ayuda a
mejorar el uso del idioma y para expresar una idea utilizan tantas ofensas que
ya no sabes si te están saludando o mentando la madre.
Por ello es deber de nosotros los
padres hacer ver el contexto del lenguaje de nuestros hijos, porque de nada
sirve que seas licenciada de relaciones internacionales si expresas que eres
una mujer fuerte e independiente diciendo “soy buchona” que ni existe en el
diccionario, o que tú papá digas “ALV” y sea el colofón de cada frase que
termines o escribas. No porque me asuste que mi hijo sepa decir groserías, en
algún momento las usará hasta para defenderse, pero quiero que pueda saber el
contexto de lo que dice y que mucho léxico vulgar y cotidiano puede ser
sumamente ofensivo y perjudicial para desenvolverse en una sociedad de relaciones
profesionales y laborales, debe saber con quién y en donde puede usarlas sin
ofender y cuando y a quien decirlas para defenderse.
Si, cuidado con lo que digas frente a ellos, son esponjas y
todo lo que ven y escuchan se les queda, lo que
puedes hacer es explicarles que solo los papás pueden decir eso cuando están
enojados o algo por el estilo, dejando en claro que no es común el uso de la
palabra y convirtiéndonos en filtros de su comunicación.
Muchos me tacharan de persignado
o asustadizo o incluso mojigato, pero créanme que me he topado con personas en
el ámbito laboral de un nivel gerencial y de alto mando que han despedido por
haberlos sorprendido hablando vulgaridades o expresarse ofensivamente frente a
mujeres o simplemente frente a los clientes, las normas de conducta conllevan
el uso correcto del lenguaje dependiendo de la situación o el entorno y si queremos
que nuestros hijos sean exitosos y seres humanos funcionales para una sociedad
debemos enseñarles desde ahora que esto es importante, el mejor regalo que le
puedes dar a tu hijo es un libro, un cuento, algo sencillo, no la biografía de Napoleón como muchos piensan, el simple hecho
de leer es bueno para desarrollar y expandir su lenguaje y si aún no saben
leer, lee tú el cuento y platícaselos, el escucharte les despertará la
curiosidad por saber cómo haces para comprender lo que dicen los libros.
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